
Y el día tan tranquilo se me escapa de las manos, como por arte de magia, como si todas estas horas no hubieran existido jamás. Yo… yo, yo y mierda de yo, que miro la ventana como una mosca encerrada, queriendo traspasar el vidrio. Sí, yo puedo, y la mosca no. Yo puedo abrir la ventana y tirarme y salir, muerta pero afuera. O puedo bajar las escaleras, abrir la puerta del departamento, bajar más escaleras (mis ojos se entrecierran, todavía hay un poco de claridad) y llegar a la puerta. Esa grande de vidrio y pesada. Pero le tengo miedo. Así que vuelvo corriendo y sigo mirando por la ventana. Pero no, me acuerdo de que no tengo cigarrillos, y ahí sí me animo a salir a comprar, pero no, tampoco, no fumará, querida, ¿quién se cree que es para salir por lo que le conviene? No, no, y no, así no son las cosas, ermitaña del segundo piso, fantasma computacional, flor marchita de plástico y medio podrida.
(Foto sacada por Rodrigo, cosa iluminada = yo)